sábado, 10 de mayo de 2008

ATENDIENDO LA IMAGINACION

Es frecuente creer que los productos de nuestra imaginación son irreales e inútiles. Comparten esa evaluación las fantasías, los sueños, las corazonadas y en general, las llamadas del destino. Polvo de estrellas para románticos y poetas cuando mucho, en verdad nada serio, repiten sobre todo los más centrados, los que no comen cuento, los que dicen tener los pies sobre la tierra.

Se trata de un error garrafal que la vida misma, a despecho de cualquier teoría, a cada momento desmiente. No hay nada más real y útil que una imagen. Las que aparecen mientras vemos tras el vidrio al mimo en la calle. Aquellas que nos sorprenden cuando nos detenemos un poco. Las que murmuran durante las noches. Esas otras que nos acompañan cuando presentimos el amor y la muerte.

No puede ser de otra manera porque toda la vida psíquica está construida por imágenes. El habla, la escritura, la autoconciencia, la personalidad, todo lo relativo a la condición humana, pasan por ellas. Hoy sabemos además, fruto de la historia del pensamiento, que las imágenes no son sólo reflejos de las cosas sino entidades originales con fuerza propia, que anteceden y trascienden la razón como expresó Kant desde el campo de la filosofía en el siglo XVIII.

Las imágenes, pues, tienen autonomía. No dependen del intelecto ni de las interacciones personales, existen por derecho propio y pertenecen a lo inconsciente. Son manifestaciones de un mundo invisible, intangible y misterioso, pero igualmente real.

De carne y hueso es Deméter, imagen de la madre protectora, que actúa en cualquier mujer cuando levanta a su hijo. No menos ciertas son las reacciones emocionales de Ares, imagen del guerrero, que aparece en las batallas apasionadas e intensas que algunas veces libramos. Ni volutas inocentes de humo son las andanzas de Dionisos, imagen del amante, el éxtasis y la locura, autor de no pocos estragos sentimentales.

Los dioses que pueblan nuestra psique, imágenes primordiales, brotan en sueños, en fantasías, en sincronía con asombrosas coincidencias. El repertorio es inagotable, desde Zeus, el padre todopoderoso; pasando por Perséfone, la doncella repentinamente raptada hasta el distante y brillante Apolo. La galería es interminable. Hermes, el embaucador y mensajero. Hestia, la que mantiene el fuego del hogar. Hefestos, el solitario artesano. En fin, todos representamos uno y otra. Vivimos atrapados en los límites movedizos del mito.

No es un desperdicio prestar atención a nuestras imágenes. Puente con lo invisible, nos conectan con lo fundamental. Con la creatividad y el misterio de vivir.

No hay comentarios: