domingo, 11 de mayo de 2008

UNA PELICULA…UN LIBRO

Dos experiencias, la proyección de la película de Rob Reiner “Antes de partir”, que aun se exhibe en las salas de cine de la ciudad y la lectura del libro “La puerta de la esperanza” de Juan Antonio Vallejo-Nágera y José Luis Olaizola, nos llevan de nuevo al tema de la muerte. A la actitud que podemos asumir ante ella. A nuestros valores, creencias y emociones más profundas acerca de esa certeza inevitable.

En el primer caso, el film presenta como argumento central, los últimos días de dos enfermos terminales de cáncer, el mecánico Carter Chambers (Morgan Freeman) y el multimillonario Edward Cole (Jack Nicholson) que se conocen en el hospital donde comparten la misma habitación y deciden vivir lo que no han vivido. Los dos elaboran una lista de todo aquello que siempre quisieron hacer y emprenden una travesía por distintos parajes del mundo, con el propósito de cumplirla y recuperar, de algún modo, el tiempo perdido.

En el segundo caso, un texto dictado desde su lecho por el afamado psiquiatra español Vallejo-Nágera, moribundo también por cáncer, nos lega sus últimas reflexiones. Su testimonio intelectual, polémico y sobre todo intimista –que escribe y publica su amigo póstumamente - sobre muchos temas y particularmente, el de la agonía y la despedida en el instante definitivo.

Al margen de comentarios técnicos o estéticos que no me corresponde hacer, destaco la idea de fondo que discurre en ambos productos: Nuestra relación con la muerte. Las fantasías que provoca su presencia inminente y real. En la película de Reiner los personajes sienten la necesidad de viajar y satisfacer algunas excentricidades, a lo Hollywood, que en realidad termina siendo una vuelta a ellos mismos, a los picos y valles de sus propias vidas. Y en el mencionado libro, el querido médico narra con naturalidad cómo se dispone a morir, rememorando pasajes fundamentales de su biografía, hilvanando nuevas suposiciones; con una conmovedora serenidad.

¿Cuantas veces hemos imaginado nuestra muerte? ¿Cómo respondemos a la famosa pregunta de si preferimos morir abruptamente o con pre-aviso? ¿Cómo nos gustaría que nos recordaran?

En estas historias sobresale pues la dignidad, el ejemplo de quienes se disponen a morir llenos de vida. Los que en virtud de ese paulatino desprendimiento se ocupan plenamente de si, vislumbran por lo mismo cosas esenciales, expresan sus afectos, perdonan y agradecen a tiempo a los suyos. Creo que de alguna manera también subyace la crítica a la hospitalización de la muerte. Carter y Edward se van del hospital, desatendiendo consejos, cuando dado el diagnostico no queda nada que hacer allí por su salud. Mientras que Vallejo-Nágera defiende con firmeza su deseo y derecho a morir en el hogar cuando se han agotado las opciones de curación y las posibilidades de una sobrevida aceptables.

La antesala del morir entonces puede ser un proceso de renovación personal y familiar. Un acto, en medio de la pena, digno y sublime. Todo depende…

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