sábado, 10 de mayo de 2008

ESTADOS DE POSESION

Hay una forma de locura que desde la Antigüedad se conoce como Estado de Posesión. No figura en los manuales clínicos modernos pero su existencia es inobjetable. Basta recordar las veces, que en asuntos importantes como la política, el amor y las relaciones sociales, hemos estado poseídos.

Jung, el psiquiatra suizo que todos debemos leer, decía que un estado de posesión era el apoderamiento del yo por complejos inconscientes. Y Rafael López-Pedraza, una de las figuras más reconocidas de la llamada Psicología Arquetipal, ha visto el asunto desde el marco de la cultura politeísta griega, como posesiones divinas que configuran el destino individual y colectivo.

En cualquier caso, hablamos de aquellos momentos en los cuales somos capturados por instintos - bajas pasiones, solemos repetir - que desarreglan el orden con el cual venimos viviendo, que nos conducen por caminos antes desconocidos.

Yo imagino que Louis Althusser, reconocidísima figura intelectual francesa, estuvo poseído cuando estranguló a su esposa en la década del setenta. Igualmente, el pueblo alemán, cuando poseído por el dios guerrero Wotan, acompañó el genocidio de Hitler. Pero también, cuando repasamos muchos de nuestros actos, en los que vemos la determinación de oscuras fuerzas, que no siempre alcanzamos a comprender, con efectos devastadores.

Una característica de los estados de posesión, dice también López-Pedraza, es su relación con ate, que quiere decir ceguera. Ciertamente, actuamos como ciegos cuando estamos poseídos, como narra el poeta Eurípides, en boca de Fedra, cuando dice “¿Qué he hecho? He estado divagando, mi Mente se fue de mi”.

La forma como algunas personas asumen el credo político tiene, a veces, los rasgos de una posesión. Cuando somos capturados por una postura, de derecha o de izquierda, que nubla la conciencia, entramos en ceguera, ingresamos al mundo de los posesos.

El término disociación psicótica, con el que se viene describiendo, a veces con inaceptable ligereza, a las personas que pierden su contacto con la realidad, las que piensan en su sectarismo, por ejemplo, que el chavismo es una ficción, se aproxima al fenómeno que estoy describiendo. Del mismo modo, la conducta fanática, el culto al presidente y a los íconos de la revolución, al Che y a Bolívar; también se parece a los estados de posesión.

En nuestra América, en el sentido de Martí, vivimos el mito del héroe. Esa es una discusión para otro día. Pero, en línea con lo que exponemos, me interesa dejar que la relación con los próceres, con las figuras nacionales que presiden procesos liberadores, también puede constituirse como una posesión.

Posesiones hay de todo tipo y, en todos lados. Hay posesiones rituales, proféticas, eróticas y la lista sigue. Su naturaleza difiere según los autores y los horizontes desde los cuales se aborde. He destacado la posesión ideológica. Apenas una invitación para reflexionar.

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